El Imperio bizantino fue fundado en el año 395 al dividirse el Imperio romano y otorgarse la paz oriental, tras la caída de las regiones occidentales del mismo en el siglo V. Fue llamado Imperio bizantino ya que el antiguo nombre de la capital era Bizancio. Fue a lo largo de más de mil años el eje de una civilización que, conservando el recuerdo de la vieja Roma, fue, no obstante, griega y oriental. La armonía inicial entre Iglesia y Estado permitió que la primera época del imperio (entre los siglos IV y VI) fuera de esplendor. Las Cruzadas sometieron a un esfuerzo excesivo los territorios de Bizancio durante el siglo XI y precipitaron la decadencia del Imperio. Constantinopla, la capital, fue saqueada en 1204 por los cruzados venecianos y conquistada en 1453 por los turcos otomanos.
El Imperio bizantino ocupaba el sureste de Europa, el suroeste de Asia y el noreste de África. El griego era la lengua principal.
El Imperio sobrevivió a las migraciones, pero no pudo recobrar y gobernar todo el Mediterráneo.
Muchas de las características del Imperio y de su cultura cambiaron. La mayor parte de los Balcanes se perdieron. El agotamiento producido por las guerras ocasionadas y las ásperas disputas religiosas entre sectas cristianas rivales, hundieron las defensas y la moral bizantinas, dejando al Imperio en condiciones muy precarias para hacer frente a otros problemas.
Los ejércitos del Imperio bizantino se organizaron unos distritos militares; los soldados de estos ejércitos adquirieron tierras exentas de impuestos y preservaron el corazón del Imperio, a la vez que evitaban la ruinosa pérdida de dinero que había supuesto los ejércitos asalariados del periodo anterior a las invasiones. La vida urbana y el comercio decayeron. La situación bélica y la consecuente inseguridad inhibieron a la agricultura y a la educación. El Imperio, con unos recursos limitados, no pudo mantener por más tiempo la integridad territorial, las infraestructuras y la complejidad del Imperio tardo romano. Aún así logró subsistir y adaptarse a sus limitadas circunstancias.
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Muchas de las características del Imperio y de su cultura cambiaron. La mayor parte de los Balcanes se perdieron. El agotamiento producido por las guerras ocasionadas y las ásperas disputas religiosas entre sectas cristianas rivales, hundieron las defensas y la moral bizantinas, dejando al Imperio en condiciones muy precarias para hacer frente a otros problemas.
Los ejércitos del Imperio bizantino se organizaron unos distritos militares; los soldados de estos ejércitos adquirieron tierras exentas de impuestos y preservaron el corazón del Imperio, a la vez que evitaban la ruinosa pérdida de dinero que había supuesto los ejércitos asalariados del periodo anterior a las invasiones. La vida urbana y el comercio decayeron. La situación bélica y la consecuente inseguridad inhibieron a la agricultura y a la educación. El Imperio, con unos recursos limitados, no pudo mantener por más tiempo la integridad territorial, las infraestructuras y la complejidad del Imperio tardo romano. Aún así logró subsistir y adaptarse a sus limitadas circunstancias.
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